Orígenes del fuego: Su importancia en la prehistoria

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Cuando los primeros humanos se toparon con el fuego de forma accidental, este fenómeno natural no solo trajo consigo la capacidad de quemar, sino que se convirtió en un aliado imprescindible para la supervivencia. Pronto aprendieron que el fuego proporcionaba luz en la oscuridad, calor en climas fríos y una nueva forma de preparar alimentos mediante la cocción o el ahumado. Además, el fuego sirvió como una barrera protectora, alejando a depredadores, insectos y parásitos. Inicialmente, los humanos se dedicaron a cuidar el fuego para mantenerlo vivo, pero con el tiempo dominaron la técnica de encenderlo, lo que marcó un hito en la evolución de la humanidad.

La investigación arqueológica sobre los orígenes del uso del fuego es un proceso complejo y desafiante. La principal dificultad radica en que el combustible utilizado es materia vegetal, que rara vez deja huellas visibles. La evidencia más común se encuentra en forma de materiales calentados o aquellas piedras que se hallaban cercanas al fuego. A partir de estos restos, los científicos intentan inferir cómo se utilizaba el fuego y su posible intencionalidad. Sin embargo, existen claros indicios de que ya hace 800,000 años, el Homo erectus tenía el conocimiento necesario para domesticar el fuego, una habilidad que tendría profundas implicaciones en su desarrollo cultural y social.

En Europa, diversas investigaciones han indicado que el uso habitual del fuego por parte de grupos humanos se remonta a hace aproximadamente 400,000 años. Ejemplos destacados incluyen a los neandertales en yacimientos como Beeches Pit en Inglaterra y Schöningen en Alemania, donde utilizaban el fuego no solo para calentar, sino también en la caza y procesamiento de alimentos, especialmente caballos. Adicionalmente, el sitio de Menez Dregan I en Bretaña, Francia, da cuenta de la existencia de pequeños hogares, lo que sugiere una intensa actividad en estas áreas y posibles períodos de ocupación intermitente por parte de los primeros humanos.

Un avance significativo en el estudio del fuego es la reciente identificación de herramientas utilizadas por los neandertales para encenderlo. El profesor Andrew Sorensen, de la Universidad de Leiden, anunció en 2018 el hallazgo de bifaces con rastros de percusión de hace 50,000 años, que podrían haber servido como encendedores primitivos. Este descubrimiento demuestra una capacidad tecnológica que facilitó el establecimiento de asentamientos a lo largo de Eurasia, lo que permitió a estos grupos humanos expandirse a nuevas y variadas regiones, especialmente aquellas previamente inhóspitas.

La relación del fuego con el arte y la cultura es igualmente destacable, sobre todo en las cuevas del Paleolítico. Estas oscuras formaciones subterráneas no solo ofrecían refugio, sino que se convirtieron en un lienzo para las primeras expresiones artísticas. La arqueología reciente ha revelado el uso de antorchas y lámparas de piedra, alimentadas principalmente por grasas animales, lo que aseguraba una iluminación duradera sin contaminar el aire. La arqueóloga Maria Ángeles Medina-Alcaide enfatiza que la llamada “arqueología de la luz” es vital para entender la vida dentro de las cuevas, proporcionando información sobre cómo la iluminación influía en la creación del arte rupestre. A medida que avanzamos en este campo de estudio, nos acercamos a una comprensión más profunda de cómo la luz y el fuego acompañaron a los seres humanos en su evolución y cultura.

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