Recientemente, un nuevo estudio publicado en la revista Nature ha arrojado luz sobre el proceso de aprendizaje del cerebro, que a menudo no se reconoce como esencial. El trabajo, llevado a cabo por un equipo del Janelia Research Campus del Instituto Médico Howard Hughes, liderado por Lin Zhong y Marius Pachitariu, demuestra que incluso momentos de distracción, como esos paseos sin rumbo, pueden ser cruciales para el aprendizaje. Esta investigación respalda la idea de que el cerebro está en constante proceso de aprendizaje, incluso cuando no se le asigna una tarea específica, lo que abre nuevas perspectivas sobre nuestra comprensión de la cognición.
Los investigadores utilizaron una tecnología avanzada de imagen llamada mesoscopio para observar la actividad neuronal de decenas de miles de neuronas en el córtex visual de ratones. Los ratones exploraron un entorno de realidad virtual repleto de diversas texturas visuales, algunas de las cuales estaban asociadas a recompensas. Al comparar dos grupos, uno que exploró libremente y otro entrenado en tareas específicas, se descubrió que aquellos que habían explorado desarrollaron la habilidad de aprender más rápidamente las asociaciones relevantes en comparación con los que solo se concentraron en las tareas. Este hallazgo destaca cómo el cerebro estructuró internamente la información antes de que se le presentara una tarea concreta.
El estudio plantea un desafío a la idea tradicional de que el aprendizaje requiere atención focalizada y enseñanza explícita. La neuroplasticidad, que se pensaba impulsada solo por actividades dirigidas y problemas a resolver, se encuentra activa también durante momentos de exposición inconsciente al entorno. Según Zhong, esto significa que podemos aprender sin un maestro que nos dirija, a través del simple acto de explorar y observar el mundo que nos rodea, lo que sugiere que las distracciones pueden ser en realidad oportunidades valiosas para el aprendizaje.
Asimismo, la investigación propone un modelo dual del aprendizaje cerebral, donde se combinan experiencias de aprendizaje supervisado con aprendizajes no supervisados. La actividad neuronal durante la exploración libre no solo persiste, sino que potencia las respuestas a tareas específicas que se introducen posteriormente. Este proceso tiene paralelismos con los algoritmos de inteligencia artificial, donde el preentrenamiento sin etiquetado optimiza el aprendizaje para tareas concretas. Esta comparación resalta un funcionamiento común entre la biología y la tecnología, señalando que nuestros cerebros pueden comportarse de manera similar a las redes neuronales artificiales.
Esta nueva comprensión sobre cómo el cerebro aprende sin atención consciente tiene implicaciones significativas para la educación y el desarrollo cognitivo. Sugiere que el fomento de espacios de exploración sin objetivos puede enriquecer el aprendizaje, especialmente en niños, abriendo la puerta a nuevas estrategias pedagógicas que valoren el tiempo de ‘distracción’ como un camino hacia el conocimiento. La investigación también plantea preguntas sobre el papel de las experiencias de vida en el desarrollo de habilidades y durante la rehabilitación cognitiva, sugiriendo que quizás debamos revaluar cómo interpretamos y aprovechamos estos momentos de aparente inactividad.