El 28 de abril de 2025 se convertirá en una fecha emblemática en la historia de la energía en España y Portugal. En un hecho sin precedentes, ambos países sufrieron un apagón eléctrico masivo, un evento que los expertos en energía habían considerado prácticamente imposible. Mientras los españoles se preparaban para abordar sus vuelos en el aeropuerto de Barajas, la situación comenzó a tornarse caótica. Las luces de la terminal se apagaron repentinamente, lo que generó una atmósfera de desconcierto e incertidumbre entre los pasajeros. Las tiendas se vaciaban a medida que la falta de electricidad interrumpía no solo el servicio de cobro, sino también la comunicación con el mundo exterior, dejando a muchos sin información sobre lo que realmente sucedía.
En una escena surrealista, los viajeros, a pesar de sus ansias de despegar, se encontraron atrapados en un limbo de incomunicación y desinformación. Mientras aguardaban a ser llamados a embarcar, el temor y la ansiedad crecían entre los presentes. Los asistentes de vuelo intentaban calmar a los pasajeros, asegurando que el avión contaba con generadores, pero las circunstancias ya habían creado un ambiente de preocupación. Muchos miraban inquietos a sus teléfonos móviles, deseando captar aunque sea una señal que pudiera ofrecerles noticias sobre el gigante apagón que afectaba al país.
A la espera de que el avión pudiera despegar, los recuerdos de advertencias de expertos comenzaron a flotar en la mente de quienes estaban a bordo. Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica Española, había afirmado en el pasado que un apagón en España era una eventualidad imposible, y ahora, sentados en la pista, se preguntaban cómo se había llegado a esta situación. Los protocolos de emergencia que otros países habían implementado fueron ignorados durante mucho tiempo en España, dejándolos a merced de un desastre que se podría haber anticipado. La improvisación fue la única respuesta, mientras los viajeros se debatían entre permanecer en el avión o intentar buscar una salida a la desesperante situación.
Finalmente, tras una hora de espera marcada por la frustración, el avión consiguió despegar, llevando consigo a un grupo de pasajeros que partían con más preguntas que respuestas. La experiencia resultó ser un recordatorio contundente de la fragilidad de un sistema eléctrico que, a pesar de los avances, aún enfrenta riesgos significativos. Con el aumento de fenómenos climáticos extremos, la conversación sobre la infraestructura energética en España ha cobrado una nueva urgencia. Se debe reconocer que la red eléctrica, aunque considerada una de las mejores del mundo, no es invulnerable.
El apagón del 28 de abril debería ser un catalizador para la reflexión y la acción en torno a la infraestructura energética de España. A medida que las temperaturas globales siguen aumentando y el cambio climático se convierte en una realidad ineludible, las autoridades deben invertir en medidas que fortalezcan la seguridad del suministro de energía. Es esencial que se aborden de manera proactiva las necesidades de modernización y adaptación de la red para evitar que esta crisis se repita. En pleno siglo XXI, no se puede permitir que la seguridad energética dependa de un sistema que ignora sus mismos riesgos, ni que los ciudadanos queden atrapados en medianías por políticas desactualizadas.