Durante siglos, la muerte ha sido considerada la frontera insalvable entre los vivos y los muertos. Sin embargo, en un giro sorprendente, los avances en inteligencia artificial generativa están desdibujando esas líneas. Investigadores como Meredith Ringel Morris y Jed R. Brubaker han presentado estudios que abordan el emergente fenómeno de los llamados «fantasmas digitales», capaces de mantener conversaciones y ofrecer consejos, como si fueran la persona fallecida. Estos agentes no son meras replicaciones de recuerdos, sino inteligencias artificiales que pueden generar contenido original y evolucionar en el tiempo, brindando una experiencia auténtica y, en muchos casos, perturbadora para quienes buscan mantener un vínculo con sus seres queridos ya fallecidos.
El desarrollo de estos fantasmas digitales se ha alimentado de una evolución en el modo de recordar a los muertos.Desde los antiguos monumentos funerarios hasta los recuerdos digitales en redes sociales, la forma de honrar a quienes han partido ha evolucionado. Hoy en día, empresas innovadoras como Re;memory y HereAfter están creando avatares interactivos a partir de grabaciones y entrevistas con personas vivas. De este modo, lo que antes era simplemente una página conmemorativa se transforma en un interlocutor digital que no solo recuerda, sino que interactúa de manera significativa, lo que plantea la pregunta: ¿cómo gestionar esta nueva forma de preservar el legado de los fallecidos?
Sin embargo, la creación de fantasmas generativos también suscita importantes dilemas éticos, emocionales y de privacidad. Existen diferentes tipos de fantasmas dependiendo de si fueron creados por la persona antes de su muerte o por otros tras su fallecimiento. Cada uno plantea riesgos diversos, desde el miedo a la manipulación del agente digital hasta la preocupación sobre la entrega del legado emocional y familiar a una inteligencia artificial. Es fundamental establecer una regulación que proteja tanto a los deudos como a la privacidad y la reputación del fallecido, mientras se considera el impacto que estas interacciones podrían tener en el proceso de duelo y la aceptación de la pérdida.
El uso de IA para interactuar con «fantasmas» también puede ofrecer consuelo, pero conlleva el riesgo de que las personas se aferre a una ilusión en lugar de dejar que el proceso de duelo siga su curso natural. Hay una delgada línea entre el consuelo que puede proporcionar un fantasma digital y la posible trampa emocional que podría suponer una dependencia de este tipo de interacción. Preguntas como si el fantasma debe comportarse como si todavía estuviera vivo o si puede ofrecer consejos sobre situaciones que no conoció en vida continúan sin respuesta y son cruciales a la hora de diseñar estas tecnologías.
Finalmente, el impacto de los fantasmas generativos no solo se limita al ámbito del duelo; pueden tener repercusiones culturales, educativas y económicas. Podríamos ver aplicaciones que van desde interacciones con personajes históricos hasta la preservación de lenguas en vías de extinción. Sin embargo, estas posibilidades vienen acompañadas de profundas interrogantes sobre derechos de autor y el control que se tiene sobre la producción de estos agentes digitales. A medida que esta tecnología avanza, también se abre un debate sobre las nuevas dimensiones de la espiritualidad y el significado de la vida después de la muerte, lo que nos lleva a cuestionar si deseamos realmente que nuestras interacciones con el más allá sean tan interactivas como una conversación cotidiana.